sábado, 12 de octubre de 2013

Del cómo y el porqué la LOMCE empeora la LGE de 1970

Ley General de Educación 1970
BOE 6 de agosto de 1970


César Arenas Vázquez | Si en 1970 la reforma educativa se hizo para mejorar la productividad de una economía en expansión, ahora, con un proyecto de salida de la crisis basado en la devaluación competitiva, vender más en el extranjero, compitiendo en precios, basados en salarios bajos, nos devuelve a una sociedad todavía más desigual, el ya llamado modelo Eurovegas, en la que podría parecer que no tiene sentido formar, aún más, a la generación más formada de la historia, para que acabe emigrando.
 | 25 Abril 2013 






España fue, durante todo el siglo XIX y la mayor parte del XX, un país atrasado. Ese atraso se apoyaba en una estructura social, desigual e injusta, dominada por la Iglesia y los grupos sociales rentistas, que, en el ámbito educativo, habían organizado una red escolar diferenciada de la escuela pública, en la que se socializaban las clases inferiores. Era la época de la Ley Moyano de 1857, vigente hasta 1970, en la que los intentos de modernizar sociedad y escuela, toparon con la “Santa Alianza” clerical conservadora, que oponía a la modernidad los mismos principios que ahora: segregación y clasismo, privatización y confesionalidad.

Más tarde, a mediados del siglo XX, el franquismo, para salir de la crisis a la que le había llevado la autarquía, va a permitir la entrada masiva de capital extranjero. El nuevo modelo de sociedad resultante, más industrial y urbano, necesitará de una escuela que ayude al capitalismo español a integrarse en la economía europea, invirtiendo en cualificación de la mano de obra para aumentar en productividad, y mejorando la igualdad de oportunidades en el sistema educativo, para dar legitimidad al régimen.

De esa manera, en 1970, con la promulgación de la Ley General de Educación y la puesta en marcha de la EGB, se extiende una única enseñanza obligatoria hasta los 14 años para el conjunto de la población, aplazando así la bifurcación entre el itinerario que llevaba a la enseñanza superior y el que abocaba directamente al mercado de trabajo, lo que democratizaba el acceso a la enseñanza secundaria y la Universidad, y obligaba, de paso, a iniciar un plan de construcciones escolares. Además, al diversificarse el alumnado, tuvieron que cambiarse los contenidos y métodos de enseñanza, para adaptarse a un público que había dejado de ser homogéneo.

El balance de la evolución del sistema educativo en los 33 años transcurridos desde entonces, es agridulce: ha aumentado la inversión, el número de centros públicos y de profesorado, han bajado las ratios de alumnado por aula, se ha ampliado la escolaridad obligatoria a los 16 años y multiplicado la escolarización en Infantil, Bachillerato, Formación Profesional y Universidad. También han mejorado las metodologías didácticas y la formación del profesorado.

Sin embargo, y precisamente porque la Ley de 1970, implicaba, para las élites, menos segregación de las clases inferiores y más “igualdad de oportunidades” en la ascensión social, aquellas temieron que sus hijos no fuesen a heredar automáticamente su posición. Eso les llevó a presionar para que se consolidara una red escolar paralela, diseñada de tal manera que la enseñanza privada cumpliera un papel diferenciador, y lograron que se subvencionase la EGB en los centros en los que se educaban sus herederos. Pocos años después, en 1975, muere Franco, se produce la llamada Transición democrática, y el PSOE va a gobernar de 1982 a 1996 y de 2004 a 2011, y, aunque en esas épocas se logra una parte importante de los avances citados, la doble red no sólo no se va a reducir, sino que en esos años se concertará la ESO, luego la educación infantil, buena parte del bachillerato y los ciclos formativos. Además, y pese a que el Estado se proclama aconfesional, los privilegios concedidos a la Iglesia no desaparecieron sino que se vieron consolidados, especialmente en el terreno educativo, tras los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, que ningún Gobierno posterior se ha atrevido a denunciar.



El resultado de esa creciente división, de la doble red escolar, será el aumento de las desigualdades sociales en la enseñanza: las diferencias en los porcentajes de titulación se hicieron mayores, dependiendo de la clase social y del tipo de centro escolar al que se asistiera. Así, por ejemplo, en relación con la obtención de un título universitario, lo consigue el 11,6 % de los hijos de familias que no tienen formación, y el 70% de hijos de universitarios. Casi 7 veces más.

De esa forma, incluso con leyes con intenciones democratizadoras e integradoras, como las promulgadas con gobiernos del PSOE, las clases medias huyeron de la escuela pública, que poco a poco se fue especializando en la atención a los alumnos con mayores dificultades. Una escuela para pobres, y, por lo tanto, con menor presión para invertir en ella. 

Este balance agridulce, que constata que no se ha puesto en cuestión el poder del bloque clerical-conservador, ni en la escuela ni fuera de ella, ni en la primera Restauración ni en la actual, no nos impide valorar que ahora se está desandando lo positivo del camino ya andado, para retroceder en dirección a la escuela anterior a 1970, que cristaliza en el proyecto educativo y de sociedad de la LOMCE, caracterizado por:

1.- Recortes y desinversión: Si la LGE se proponía invertir, porque, como señalan tanto la OCDE como la UNESCO, cada euro invertido en la educación se multiplica por siete, ahora se trata de desinvertir, con el argumento de que hemos estudiado por encima de nuestras posibilidades. El proyecto de Ley Wert viene precedido de un recorte en educación de cerca de 6000 millones de euros y le acompaña la exigencia de Bruselas de recortar otros 10.000 millones hasta 2015, hasta dejar el gasto público educativo en el 3,9% del PIB, uno de los más bajos de la OCDE y la UE. Esos recortes afectarán sobre todo a la equidad del sistema, al mermar la capacidad de los centros para atender a la diversidad de su alumnado

2.- Carácter subsidiario de la enseñanza pública. Mientras la LGE reconocía la función del Estado en la planificación de la enseñanza y en la provisión de puestos escolares, y, por lo tanto, el carácter subsidiario de la enseñanza privada, la LOMCE invierte radicalmente este principio básico de todo Estado democrático (el cual, paradójicamente, reconocía una ley franquista), consagrando la subsidiariedad de lo público, al establecer que la programación de la educación obligatoria tendrá en cuenta los centros privados concertados existentes, además de la demanda social, lo que dispensa a las Administraciones educativas de garantizar plazas “públicas” suficientes, especialmente en las zonas de nueva población. En Arroyo de la Encomienda (Valladolid) se están adelantando a la Ley: como la Junta de Castilla y León no ha construido un Instituto público en una localidad de 20.000 habitantes, el ayuntamiento ha cedido suelo a un colegio del Opus que pretende ser concertado.

En resumen si, en 1970, se partía de una escuela pública para niños pobres y una red privada, paralela y confesional, que llevaba a los hijos de las élites hasta a la universidad, la LOMCE, que tiene en su enunciado las palabras mejora y calidad, pone las bases para retroceder más de cuarenta años.



3.- Una escuela selectiva y segregadora. Algo semejante sucede con el carácter selectivo y segregador del sistema educativo. Según el Libro Blanco de la Educación de 1969, que precedió a la Ley General de Educación de 1970, se razonaba la supresión de las dos reválidas, que existían tras los bachilleratos elemental y superior, como medidas para aumentar la afluencia y permanencia en el sistema educativo de una creciente población joven. En dicho Libro Blanco se asegura que de cada 100 alumnos que iniciaron la Enseñanza primaria en 1951 (con 6 años) 3 alumnos culminaron sus estudios universitarios en 1967 y que, en el curso 1965-66, la mitad de los alumnos no superaba la reválida del Bachillerato Elemental (cursado entre los 10 y los 14 años).

En 30 años, tanto la LGE como las leyes posteriores, aumentaron los niveles de escolarización a todos los niveles y actualmente el 39 por ciento de los jóvenes, entre 25 y 34 años, son titulados universitarios.

La LOMCE, sin embargo, implanta diferentes itinerarios destinados a frenar la promoción del alumnado. Así, y ya a los 13 años, se podrán agrupar a los alumnos desahuciados de aprobar la ESO, y se les dirige hacia la nueva Formación Profesional Básica) que sustituye a los actuales PCPIs (Programas de Cualificación Profesional Inicial) que ya no serán una opción excepcional sino una vía masiva hacia un callejón sin salida formativa. Mientras, en 4º de ESO, los itinerarios priorizan la vía académica, para que los alumnos destinados a la Formación Profesional no les retrasen.

La educación se concibe, además, como una carrera de obstáculos (con reválidas como la de 4º de ESO) que conseguirá que aumente el fracaso y el abandono escolar y reducirá la igualdad de oportunidades para el alumnado más desfavorecido, destinado a un mercado de trabajo precario y en rotación.

Mientras, la introducción de la FP Dual no puede traer, aquí, mejores consecuencias que en Alemania, donde, a menudo, las empresas se aprovechan de los aprendices para tener mano de obra barata.





 4.- Retroceso pedagógico. La Escuela del franquismo, la de las 4 reglas, “la letra con sangre entra”, “El florido Pensil” y la enciclopedia Álvarez fue progresivamente sustituida por la educación personalizada y las tutorías de la LGE.

Tras los avances pedagógicos que trajo la LOGSE, la LOMCE, quiere ahora acabar con las metodologías activas, reduciendo el número de asignaturas y centrando la carga lectiva en unos contenidos enciclopédicos, controlados por las reválidas. Nadie ha probado, todavía, que más horas de clase, más deberes en casa, más repeticiones, más autoridad del profesorado y más horas de las materias, llamadas, fundamentales, mejoren los resultados.

Como recordaba Ángel Pérez Gómez los estudiantes no fracasan en la escuela por el nivel de dificultad sino, principalmente, por aburrimiento, por la escasa relevancia de lo que se enseña en la escuela.

La metodología didáctica de la Ley Wert da por sentado, como en el franquismo anterior a 1970, no sólo que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino que los camareros y las cajeras sólo necesitan contenidos instrumentales.

Además reducir el tiempo escolar que fijan las CCAA, nos recuerda también aquello del “una, grande y libre”,

5.-  Una escuela confesional. La escuela del franquismo era confesional, fruto del nacionalcatolicismo que servía la ideología a los ganadores de la Guerra Civil. La LOMCE lo sigue siendo, resucita el carácter evaluable de la asignatura de religión, elimina Educación para la Ciudadanía y financia con fondos públicos la separación del alumnado por sexos, en centros propiedad de organizaciones fundamentalistas.

6.- Una escuela en la lógica de los mercados. Si bien la LGE estaba inspirada por el Banco Mundial, en aquella época, y aunque fuera por el contrapeso soviético, el capital todavía apostaba por un modelo social de sociedad de consumo y Estado del Bienestar. En estos momentos, sin embargo, los mercados han entrado en una carrera enloquecida por encontrar salidas neoliberales a la crisis del neoliberalismo. En el sistema educativo, para crear oportunidades de negocio que ayuden a aumentar la tasa de beneficio, la escuela se privatiza, dando parcelas cada vez mayores a la concertada, pero, también, gestionando los centros públicos según las recetas de la empresa privada, obligándolos a buscar financiación privada ante la insuficiencia de la pública, estableciendo pruebas externas para ofrecer una clasificación de colegios según sus resultados, lo que conseguirá que las escuelas se hagan más selectivas, y rechacen al alumnado que presenta mayores dificultades, y puede empeorar su posición en un ranking que determinará parte de los ingresos y favorecerá, de paso, la división creciente entre centros de élite y guetos escolares. La nueva gestión empresarial implicará que se reduzca la participación de la comunidad educativa, desaparezca la capacidad de decisión de los consejos escolares, se profesionalice a los directores, como especialistas en gestión empresarial nombrados por la Administración, y se desregulen las contrataciones y la propia función pública, como en el caso de los nativos anglosajones en Madrid o el de profesores interinos en la Comunidad Valenciana 

Por todo ello si, en 1970, la reforma educativa se hizo para mejorar la productividad de una economía en expansión, ahora, con un proyecto de salida de la crisis basado en la devaluación competitiva, vender más en el extranjero, compitiendo en precios, basados en salarios bajos, nos devuelve a una sociedad todavía más desigual, el ya llamado modelo Eurovegas, en la que podría parecer que no tiene sentido formar, aún más, a la generación más formada de la historia, para que acabe emigrando. Una sociedad en la que la educación de calidad será más cara y exclusiva, por estar destinada a los herederos de las élites, mientras para la mayoría de la población, con trabajos precarios, mal pagados y sin derechos, un nivel formación elevado solo puede ser tan contraproducente como lo fue en el capitalismo primitivo pues, una ciudadanía formada, termina siendo crítica, y no tolerando una realidad injusta. 



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