En 1938 (“Segundo año triunfal"), el preámbulo de la Ley de la Reforma de la Segunda Enseñanza que firma Pedro Sainz Rodríguez, recogía:
"Iníciase con la reforma de la parte más importante de la Enseñanza Media -el Bachillerato Universitario- porque el criterio que en ella se aplique ha de ser norma y módulo de toda la reforma, y porque una modificación profunda de este grado de Enseñanza es el instrumento más eficaz para, rápidamente, influir en la transformación de una Sociedad y en la formación intelectual y moral de sus futuras clases directoras."
En 1969, el preámbulo que Villar Palasí firma en del Libro Blanco sobre el que se construye la Ley General de Educación (ley del 70, LGE), señalaba que:
“La sistemática búsqueda del título y tantos y tantos defectos constituyen problemas imposibles de ser planteados y resueltos de modo aislado. Concretamente, para singularizar el ejemplo citado, el clasismo de la Universidad española obedece, en una gran parte, a la estructura diferenciada de la enseñanza media, sin cuya reforma a fondo será imposible salvar el defecto apuntado. Es, pues, un fallo de nuestra Universidad, pero que no puede resolverse únicamente en la Universidad.”
En 1987, el prólogo que Maravall firma para el documento “Proyecto para la reforma de la enseñanza” sobre el que se construye la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (ley del 90, LOGSE), decía:
“El documento presente parte de un diagnóstico que me atrevería a calificar de unánime sobre los nudos esenciales de la problemática educativa española: La Educación Infantil se halla insuficientemente regulada y ordenada; se detectan dificultades curriculares en la última etapa de la E.G.B. que se traducen en un acusado extrañamiento de parte importante de los alumnos respecto a la escuela; la pervivencia de una doble titulación al término de la E.G.B. genera efectos discriminatorios prematuros casi siempre irreversibles y es la principal fuente de discriminación social y de reproducción clasista de nuestro sistema educativo; el academicismo del actual Bachillerato y su pronunciada desconexión con el entorno social, cultural y profesional provoca elevadas tasas de abandono y otorga a su titulación escasa entidad propia"
En 2013, Proyecto de ley de Wert:
“La flexibilización de las trayectorias, de forma que cada estudiante pueda desarrollar todo su potencial, se concreta en el desarrollo de programas de mejora del aprendizaje y el rendimiento en el segundo y el tercer curso de la Educación Secundaria Obligatoria, la anticipación de los itinerarios hacia Bachillerato y Formación Profesional, y la transformación del actual cuarto curso de la Educación Secundaria Obligatoria en un curso fundamentalmente propedéutico y con dos trayectorias bien diferenciadas. Esta diversificación permitirá que el estudiante reciba una atención personalizada para que se oriente hacia la vía educativa que mejor se adapte a sus necesidades y aspiraciones, lo que debe favorecer su progresión en el sistema educativo.”
El proyecto que Wert pacta con la iglesia católica rompe con 44 años de intento de evolución de la educación española hacia un mecanismo de amortiguación de las diferencias sociales y, recordando a su antecesor ultracatólico Pedro Sainz (las siete asignaturas de su bachillerato de siete años eran: Religión y Filosofía; Lenguas clásicas; Lengua y Literatura españolas; Geografía e Historia; Matemáticas; Lenguas modernas (dos idiomas), y Cosmología), proyecta una educación con dos vías claramente diferenciadas: una para “la formación intelectual y moral de sus futuras clases directoras” y la otra para que se adecue a las “necesidades y aspiraciones” de aquellos “alumnos con dificultades de adaptación o situación socio-económica desfavorable”, es decir se plantea, mediante la educación, conseguir reforzar la ruptura de la sociedad en clases muy diferenciadas que está imponiendo el poder económico.
Luis Fernández González
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