Viento Sur publica la traducción realizada por Beatriz Quirós de una entrevista al profesor Philippe Meirieu, sobre las desigualdades que se agravan en situaciones como la actual y sobre las amenazas que los gigantes tecnológicos suponen para la escuela pública. Muchos supuestos expertos en materia de educación están presentando el mundo digital y la enseñanza a distancia como la panacea en los nuevos métodos enseñanza : El profesor Meirieu desmonta esas afirmaciones y nos hace reflexionar sobre la verdadera misión de la escuela.
Viento Sur, Olivier Deoubre (traducción de Beatriz Quirós Madariaga)
Reconocido teórico y pedagogo progresista, Philippe Meirieu estudia desde hace tiempo la escuela y en particular las desigualdades entre niños, las cuales dificultan su misión emancipadora y educadora. Desde el cierre generalizado de los centros escolares en Francia a causa de la crisis de la Covid 19, analiza los problemas suscitados por la enseñanza a distancia vía Internet. Frente a la “brecha digital” y a las desigualdades sociales, recuerda sobre todo el papel esencial para el desarrollo de niños y niñas, de la institución escolar, indispensable lugar de lo colectivo y de solidaridad.
Explica usted en un texto reciente que esta crisis del coronavirus ha mostrado descarnadamente “la importancia de hacer/dar clase, o de hacer escuela” [1]que es indisociable de un “espacio-tiempo colectivo y ritualizado donde la palabra tiene un estatus particular”. Pero, sobre todo, cómo “las herramientas digitales de hoy parecen portadoras de una lógica individual y tecnicista”. ¿De qué pecan hoy esas herramientas digitales?
PhilippeMeirieu. Me gustaría retroceder en el tiempo para recordar los fundamentos de la escuela republicana, según Jules Ferry pero también según la persona responsable de teorizar dicho proyecto: Ferdinand Buisson, que señaló en su célebre Diccionario de Pedagogía e instrucción primaria que la escuela no sólo es un lugar donde aprender, sino un lugar para “aprender juntos”. Y la palabra “juntos” es tan importante como la palabra “aprender”.
Desde el principio éste ha sido un proyecto claro y muy explícito de la República, que más adelante fue muy revitalizado tras la guerra de 1914-1918, momento en el que nació un gran movimiento de intelectuales, de universitarios y de obreros que se llamaba “Los Compañeros de la universidad nueva” y cuyo lema principal era que los hijos e hijas de quienes habían padecido juntos en las mismas trincheras pudieran aprender unos al lado de otros, en los pupitres de la misma escuela. Esta voluntad fue reafirmada más tarde de manera bastante extraordinaria por quien fue sin lugar a dudas el mejor ministro francés de la Educación Nacional, Jean Zay, durante los gobiernos del Frente Popular. Consiguió hacer de este encuentro entre individuos para construir lo común, el corazón de la escuela republicana. En resumidas cuentas, es este el proyecto que constituye la base del documento elaborado por el Consejo nacional de la Resistencia, el plan Langevin Wallon, que sigue siendo mítico en la materia para la izquierda: la idea de una escuela común que es una institución colectiva y, puesto que necesita un vínculo social, también es una institución de la sociedad.
Respecto a esos puntos clave, se ha visto durante estos últimos años que los medios digitales iban a poder sustituir a la escuela.
¿Cómo se manifiesta esto?
Cada año se desarrolla en Doha un gran foro, el “World International Summit of Education” (Wise), financiado por la tercera esposa del emir de Qatar, al que se invita a los grandes señores del mundo digital, en particular de los Gafam[2]. De año en año, se ve cómo aumenta fuertemente la influencia de este Wise, que ya va por la novena edición y que recientemente se ha descentralizado, sobre todo en Francia, con la participación de los más importantes periódicos del país.
La idea que ha ido avanzando poco a poco es que la clase, la escuela, sería una forma obsoleta de enseñanza que se debería sustituir por un sistema (que ya está en las entrañas de Google) en el que se realizarían test a los niños y niñas de una manera sistemática para saber cómo funcionan desde el punto de vista de su inteligencia. A partir de ahí, a cada individuo se le propondría un programa de enseñanza estrictamente personalizado que sería, evidentemente, vendido a las familias y que permitiría a los niños y niñas cursar en sus casas, en su ordenador, todas las asignaturas gracias a un servidor gigante potencialmente situado en la Islas Caimán¡ para evitar su control fiscal¡