El nuevo currículo de Lengua y Literatura de Secundaria intenta abrir un canon que hasta ahora ha sido "cerrado, rígido e inaccesible".
Héctor García Barnés, El Confidencial, 5 de septiembre de 2023
No lo pretendían, pero su propuesta dirigida a la comunidad educativa terminó llegando mucho más lejos gracias a autoras contemporáneas como Anna Pacheco. El itinerario educativo "Tea Rooms de Luisa Carnés. Feminismo y compromiso social. La literatura en la Edad de Plata" se ha convertido en un pequeño fenómeno viral porque no solo es un ejemplo de cómo serán (o pueden ser) los itinerarios de lectura de ESO y Bachillerato a partir de ahora, sino porque también sintoniza con una nueva sensibilidad que se refleja en lo que los adolescentes van a leer durante la Secundaria.
El itinerario recuperaba la hoy reivindicada novela-reportaje de 1934, pero desaparecida hasta su recuperación en 2016 por Hoja de Lata, como una de esas “obras relevantes de la literatura española del último cuarto del siglo XIX y de los siglos XX y XXI” que es un ejemplo de lo que puede entrar en los itinerarios de lectura bajo la Lomloe, la conocida como ley Celaá. Detrás del itinerario se encuentran las profesoras de Secundaria Guadalupe Jover y Rosa Linares, que al mismo tiempo son coautoras del nuevo currículo de Lengua Castellana y Literatura que se comenzó a implantar el pasado curso, además de Carmen Durán y Mireia Manresa.
La desafección lectora comienza en 3º de la ESO
Aunque los centros educativos ya tenían libertad para decidir las lecturas de sus estudiantes, la nueva ley pretende abrir las puertas a otra visión de la lectura que se centre no solo en la transmisión intergeneracional del patrimonio cultural, sino también en “la provisión de experiencias personales de lectura que permitan seguir adentrándose en la biblioteca cultural de la Humanidad ya de por vida”, en palabras de Jover.
Lejos quedaron los tiempos del Quijote, el Siglo de Oro y Galdós, aunque, como recuerda Jover, su objetivo no es desterrar esas obras, sino recurrir a ellas en el momento en que sea preciso. El nuevo currículo privilegia “la lectura en el aula y la conversación literaria como forma idónea de mediación docente entre textos y lectores, y pretende conjurar el riesgo de que el afán por recorrer toda la historia de la literatura consuma un tiempo que debe dedicarse a enseñar a leer literatura y a suscitar experiencias placenteras de lectura que no renuncien ni a la calidad ni a la complejidad de las obras”, explica.
En resumen, demasiados nombres que memorizar y muy pocas horas de lectura.
A los 14, algo hace 'crack'
El punto de inflexión de la lectura se encuentra en 3º de la ESO, el año “clave para la desafección en la lectura”. El nuevo currículo incluye también obras de la literatura universal, no solo españolas. Otro de los itinerarios propone, por ejemplo, la lectura del Diario de Anna Frank, de El color púrpura, de la afroamericana Alice Walker, el cómic Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi, y Madera de eucalipto quemada, de la etíope Ennatu Domingo, libros unidos a partir de las experiencias femeninas en primera persona.
El cómic de una autora iraní puede formar parte del currículo. (EFE/EPA/Christophe Petit Tesson) |
Paradójicamente, los últimos años de la Secundaria obligatoria eran aquellos en los que se leían los clásicos de la literatura españoles, que podían ser más complicados para algunos alumnos. Al ser los últimos cursos de educación obligatoria, se entendía que era una cuestión de ahora o nunca. Eso llevaba a expulsar a muchos lectores.
“Lo confirma no solo nuestra experiencia con los adolescentes de nuestro entorno”, recuerda Jover, con una experiencia de décadas a sus espaldas. La profesora cita el informe Jóvenes y lectura, publicado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez el año pasado, que muestra cómo la relación de los jóvenes con la lectura se debilita en la adolescencia, que, “en una edad más avanzada no se recupera sino muy parcialmente”. Uno de los motivos es que incluso los lectores compulsivos en la adolescencia suelen ser “frágiles”, por su encasillamiento en géneros o sagas y “su sensación de aislamiento por no pertenecer a redes de lectores”.
“Con todo, conviene no olvidar que, según ese mismo barómetro, los jóvenes entre los 14 y los 24 años leen mucho más que nosotros los adultos”, matiza Jover. “El desafío es conseguir no solo que se lea en la escuela, sino que chicas y chicos sigan leyendo cuando dejan atrás el instituto”.
"Tea Rooms' es una novela muy adecuada para leer en segundo de Bachillerato"
La elección de Tea Rooms no resulta gratuita: quizás es, también sin pretenderlo, un símbolo de toda esa literatura que nunca ha entrado en las aulas. “Sin el trabajo de Tània Balló en torno a las Sinsombrero, sin editoriales como Hoja de Lata, que apuestan por reeditar la obra de Luisa Carnés, sin tantas lectoras y lectores que estamos volviendo los ojos a autoras cuya obra había sido silenciada, quizás el canon del primer tercio del siglo XX seguiría siendo exclusivamente masculino”, añade. “Afortunadamente, no estamos ahí. Tea Rooms es una novela muy adecuada para leer en segundo de Bachillerato, y muy ilustrativa, además, de una genealogía de literatura feminista y de un momento muy fecundo del reportaje literario en España”.
¿Quién crea el canon?
En la, para algunos añorada, EGB, la Dirección General de Ordenación Educativa era la encargada de realizar un listado de lecturas recomendadas, de la que cada centro seleccionaba seis para los primeros años de BUP. En tercero, había una serie de lecturas obligatorias, entre las que se encontraban El cantar de Mío Cid, La Celestina, las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, la poesía de Garcilaso de la Vega, san Juan de Cruz o Fray Luis de León, una obra de Shakespeare y una novela de Benito Pérez Galdós.
Benito Pérez Galdós, Joaquín Sorolla |
Ha sido el canon que, por herencia, ha pervivido hasta hoy, y que aún influye en la selección de las obras por parte de centros y profesores. ¿Qué problema hay con el Siglo de Oro? “La literatura española del Siglo de Oro español es un tesoro”, matiza Jover. “La pregunta que se hace y que nos hace Mireia Manresa, especialista en didáctica de la literatura, es la siguiente: ¿qué hay que haber leído antes para llegar a ella en condiciones de comprenderla y disfrutarla? Por ello, prescribirla en 3º de ESO parece prematuro e inadecuado”.
Los clásicos son una estación de llegada, no de partida. El currículo propone construir “itinerarios de progreso que permitan llegar a Garcilaso, a Cervantes, a Calderón”, incluso en 4º de la ESO. No es un problema con los clásicos, insiste: “Son irrenunciables, y es responsabilidad de la escuela facilitar el acceso a ellos de todo el alumnado, de todos, sin excepción”, valora. “De lo que se trata es de seleccionar con cuidado los clásicos adecuados para cada momento en función de su complejidad (que puede venir dada por el tema, la estructura, el lenguaje, la distancia cultural, etc.) y planificar con delicadeza la mediación entre textos y lectores para que estos últimos desarrollen las habilidades de interpretación necesarias para seguir accediendo a ellos ya de por vida”.
"Hace falta introducir voces de mujeres y obras de contextos no occidentales"
Los profesores son defensores del canon, afirma Jover, pero recuerda que hace falta revisarlo para introducir “voces de mujeres y obras procedentes de contextos culturales no occidentales”. “El problema del canon escolar —y subrayo lo de escolar— es que ha sido, hasta el momento, un canon cerrado, rígido y, en gran medida, inaccesible”, recuerda. “Un canon cerrado porque se ha circunscrito a los autores y obras de la literatura española (lo que tuvo su razón de ser en el siglo XIX, en que la función encomendada a la literatura era la de forjar una conciencia nacional en la ciudadanía, pero ya no en el siglo XXI, en que los objetivos de la educación literaria son otros)”.
Itinerarios alternativos
El Grupo Guadarrama, del que forman parte las profesoras, dispone de una página con distintos itinerarios de lectura para los alumnos de Secundaria. Otro, por ejemplo, propone una visión del castigo a través de obras como el bíblico Génesis, Las mil y una noches o Harry Potter, de J.K. Rowling.
Las autoras recuerdan que hay que distinguir entre las lecturas compartidas, las realizadas de manera obligatoria para toda la clase en el aula y algo mucho más complicado: la lectura autónoma, que es la que los estudiantes realizan por cuenta propia y de manera individual, para que, “conformando su propia identidad lectora, vaya creciendo en calidad, complejidad y diversidad”. Por eso, insiste Jover, una buena biblioteca escolar es clave a la hora de cumplir ese sueño que es que cada estudiante tenga un plan de lectura diseñado a su medida.
¿Qué obras elegiría ella? Prefiere no mojarse, porque ese es el espíritu: que cada docente decida lo que es más adecuado, en función de las necesidades del aula y de los estudiantes. “Las posibilidades son infinitas y, además, unas son las que propondría como lecturas compartidas, y otras las que sugeriría de manera individual a cada estudiante, lo que exige un conocimiento previo y unas cuantas conversaciones”, valora. Lo importante, insiste la profesora, es que se cumplan los criterios de calidad de las obras, adecuación a los lectores y diversidad en sus temas y formas artísticas. En qué se sustancie, concretamente, ancha es la historia de la literatura.
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