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lunes, 6 de junio de 2022

Adoctrinamiento: el mantra político de la ultraderecha

A la revisión-censura anunciada por Ayuso de los libros de texto, se suma ahora la consejera de Educación de Murcia que formó parte de Vox y que quiere revisar los libros de texto para asegurar su “neutralidad ideológica”

Grupo de niños y voluntarias de la Sección Femenina en la localidad de Zumaia. Autor: Pascual Marín , 1939. Fuente: Kutxa Fototeka CC BY-SA 3.0

Álvaro Soler, Al Descubierto, 6 de junio de 2022

Los conceptos ideología y adoctrinamiento son términos utilizados de manera reiterada en el argumentario de la extrema derecha y la derecha conservadora; la ideología de género o el adoctrinamiento en las aulas son algunos de los supuestos peligros inminentes que los gobiernos progresistas pueden provocar según la ultraderecha en la sociedad.

De esta manera, en el presente artículo se analizarán desde un punto de vista sociológico dichos conceptos para desmontar un argumentario que, paradójicamente, es un relato invertido, pues quien intenta imponer y adoctrinar como forma de transmisión de sus ideas es en realidad quien se presenta como una víctima. Es decir, una extrema derecha que transpone y embarra los significados para ocultar su verdadero rostro, el rostro del verdugo de la democracia.

En primer lugar, cabe destacar que el concepto de ideologíaen sus inicios, significaba básicamente el estudio de las ideas. No obstante, a raíz del análisis marxista en la segunda mitad del siglo XIX, dicho término cobró una nueva dimensión dentro del campo semántico filosófico-social. Así pues, la ideología empezó a relacionarse con la dominación a través de la imposición de ideas (ya sea a través de un proceso consciente o inconsciente).

Para Karl Marx, la ideología era por tanto un elemento mucho más complejo que escondía todo un proceso de sometimiento que fluía desde la economía hasta la religión, la cultura y la política. Según el alemán, las clases altas siempre tenían un mayor poder para imponer su ideología. Es decir, el conjunto de ideas que ellas defendían, su manera de ver el mundo y, también, su forma de justificar su posición de superioridad frente a las clases bajas.

Siguiendo lo planteado hasta ahora, desde las ciencias sociales se puede dividir a la ideología en dos componentes que la traspasan y caracterizan. Por un lado, una manera de ver y justificar la realidad social, por otro, un programa de acción predeterminado (adoctrinamiento) para poder seducir o directamente imponer esta manera de ver el mundo a los demás grupos sociales. Sin embargo, esta imposición muchas veces puede no ser una imposición por la fuerza o coercitiva, sino que se da a través de los canales de comunicacióntransmisión de la cultura y educación. Por tanto, quien impone sus símbolos y significados dentro del entramado de comunicación estará en una posición de ventaja dentro de las relaciones sociales que componen su sociedad.



La ideología dominante ha ido cambiando a lo largo de la historia. Por ejemplo, para Marx el modo de producir de una sociedad condicionaba el resto de relaciones que se daban en el seno de otros ámbitos como la cultura, la judicatura o la política. Así pues, las condiciones de producción y el ámbito económico determinaban la ideología en los demás campos y, por tanto, también la conciencia social.

Posterior a Marx nacieron otros planteamientos sobre la dominación a través de la cultura y la ideología. Por ejemplo, Antonio Gramsci con su concepto hegemonía cultural o el sociólogo Pierre Bourdieu con su término violencia simbólica. Ambos hacían referencia la importancia que la imposición ideológica tenía para perpetuar y justificar un orden social, económico y político.

En concreto, según Antonio Gramsci, es fundamental para analizar la lucha de clases entender la disputa por las normas culturales vigentes, pues los grupos sociales que consiguen imponer sus ideas influenciarán y dominarán las demás estructuras. Para el italiano, la clase dominante de su época, la burguesía, perpetuaba su dominio social a través de la hegemonía cultural burguesa. Esta hegemonía cultural tiene un poder de normalización de las ideas, roles, y jerarquías sociales, haciendo que el propio sistema se auto perciba por las clases que están siendo explotadas y sometidas como natural. No es casualidad que la extrema derecha surgida después de la segunda mitad del siglo XX a través de los postulados de Alain de Benoist se autoproclamen como Gramscianos de derechas. Pues han visto en los principios de Gramsci una clave sociológica para intentar asaltar el poder político: centrarse en la guerra cultural para así poder avanzar lentos pero seguros políticamente, expandiendo y normalizando sus ideas autoritarias.

Además, el concepto de violencia simbólica, más moderno que el de hegemonía cultural, es también interesante para comprender la noción de ideología. En concreto, Bourdieu utilizaba este término para describir un proceso por el cual el dominado (mujer, clase obrera, inmigrante, etc.) no es consciente de su condición de dominado y participa en los símbolos, significados e imaginarios representativos de su propia dominación. En palabras del propio Bourdieu son “cómplices de la dominación a la que están sometidos» (Bourdieu, 1994).

Este concepto es sumamente importante para entender el siguiente término que la ultraderecha utiliza en su argumentario: el adoctrinamiento. Básicamente se podría definir este proceso como una imposición de una manera determinada de pensar y categorizar la realidad sobre una persona o grupo de personas que no son capaces de elegir o discernir por juicio propio la ideología que se le está imponiendo.

En realidad, el adoctrinamiento es un concepto que puede estar ligado a multitud de instituciones democráticas a través de la violencia simbólica. Instituciones de carácter jerárquico como las empresas, por ejemplo, transmiten una ideología concreta a sus empleados, una serie de normas, roles y conductas que deben ser acatadas. También las instituciones encargadas de la seguridad de un estado como la policía o el ejército pueden ser consideradas como adoctrinadoras, pues imponen una realidad a través de un proceso de entrenamiento y preparación. No obstante, hay que añadir un matiz muy importante para no caer en el “todo es adoctrinamiento”: la libertad en el pensar. Es decir, si una persona pese a estar inserta en una institución que defiende e intenta inculcar una ideología determinada tiene la capacidad y la libertad de pensar y no se le suprime su juicio subjetivo, se podría hablar de que no existe un adoctrinamiento como tal o, al menos, no un adoctrinamiento coercitivo.


La educación y el adoctrinamiento: argumentario clásico de la extrema derecha


Como se ha observado en el apartado anterior los términos de ideología y adoctrinamiento están íntimamente ligados. Además, sería también una especie de autoengaño compasivo pensar que la sociedad, con todo su dinamismo y conflictos internos, no está continuamente inmersa en una lucha discursiva e ideológica en prácticamente todos los ámbitos y relaciones sociales que la vertebran.

Sin duda, la educación de los más jóvenes, los niños y niñas, es un ámbito claro de socialización y transmisión de ideas y valores, pero, por supuesto es un potencial lugar de adoctrinamiento ideológico, pues los más pequeños no tienen un esquema previo de valores. Por tanto, en el colegio básicamente se construye su subjetividad y parte de lo que será en el futuro los cimientos de su ideología (que puede variar drásticamente a lo largo de la vida de una persona).

La extrema derecha ha acusado sin tapujos una y otra vez de que nuevas materias o contenidos docentes relacionadas con la ética, la educación sexual o la simple enseñanza de los derechos humanos en las aulas eran todo un peligro y un adoctrinamiento.

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Sin ir más lejos, en los últimos días la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, conocida por su discurso vinculado al populismo de derecha y el trumpismo, afirmó que realizarían una «revisión pormenorizada y urgente» de todos aquellos libros que contengan «material sectario». Es más, siguió advirtiendo que pretendía combatir el supuesto adoctrinamiento con revisiones y rectificaciones de los libros de texto «Vamos a trabajar para acabar con el entrenamiento que pretende el Ministerio de Educación hacia todos los niños, especialmente como hemos visto en estos días, con los libros de texto».

Sin embargo, el caso de Ayuso que dijo estas declaraciones en pleno acto de campaña electoral del Partido Popular en Andalucía, no es el único. El partido de extrema derecha Vox ha utilizado el argumentario del adoctrinamiento de manera reiterada, convirtiéndose prácticamente en un mantra político. Por ejemplo, en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, donde forman parte de un gobierno de coalición junto al PP de Díaz Ayuso, expusieron el “grave peligro del adoctrinamiento en las aulas”, en este caso haciendo referencia a la educación en valores de igualdad, feminismo y perspectivas de género. La diputada de Vox Alicia Rubio dijo textualmente en dicho pleno“Les hablo a ustedes porque estos partidos y los lobbies de género que amparan no tiene el menor problema en mentir y difamar y utilizar a los menores en su beneficio”.

Otro de los ejemplos más sonados se encuentra en La Región de Murcia, donde en 2021 Vox alcanzó un acuerdo con el Partido Popular para lanzar un Veto Parental, “Pin Parental” para los ultraderechistas, donde se pretendía que los padres eligieran si sus hijos e hijas podían asistir a formación complementaria, como pueden ser las tan necesarias charlas de educación sexual.

De esta manera, con el contexto planteado, se observa como la extrema derecha tiene no solo un argumentario basado en “el peligro del adoctrinamiento” sino una hoja de ruta política que busca censurar excusándose en este mismo supuesto. Además, su estrategia principal de censura de contenido está ligada a vetar cuestiones relacionadas con el feminismo y problemáticas como la violencia de género, la desigualdad social de las mujeres, la homofobia o el racismo, todas ellas problemáticas reconocidas por las Naciones Unidas y la Unión Europea, las cuales cuentan con el apoyo unánime de las ciencias sociales en cuanto a datos y estudios científicos que las corroboran.

Sin embargo, el caso de Ayuso que dijo estas declaraciones en pleno acto de campaña electoral del Partido Popular en Andalucía, no es el único. El partido de extrema derecha Vox ha utilizado el argumentario del adoctrinamiento de manera reiterada, convirtiéndose prácticamente en un mantra político. Por ejemplo, en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, donde forman parte de un gobierno de coalición junto al PP de Díaz Ayuso, expusieron el “grave peligro del adoctrinamiento en las aulas”, en este caso haciendo referencia a la educación en valores de igualdad, feminismo y perspectivas de género. La diputada de Vox Alicia Rubio dijo textualmente en dicho pleno: “Les hablo a ustedes porque estos partidos y los lobbies de género que amparan no tiene el menor problema en mentir y difamar y utilizar a los menores en su beneficio”.

Otro de los ejemplos más sonados se encuentra en La Región de Murcia, donde en 2021 Vox alcanzó un acuerdo con el Partido Popular para lanzar un Veto Parental, “Pin Parental” para los ultraderechistas, donde se pretendía que los padres eligieran si sus hijos e hijas podían asistir a formación complementaria, como pueden ser las tan necesarias charlas de educación sexual.

De esta manera, con el contexto planteado, se observa como la extrema derecha tiene no solo un argumentario basado en “el peligro del adoctrinamiento” sino una hoja de ruta política que busca censurar excusándose en este mismo supuesto. Además, su estrategia principal de censura de contenido está ligada a vetar cuestiones relacionadas con el feminismo y problemáticas como la violencia de género, la desigualdad social de las mujeres, la homofobia o el racismo, todas ellas problemáticas reconocidas por las Naciones Unidas y la Unión Europea, las cuales cuentan con el apoyo unánime de las ciencias sociales en cuanto a datos y estudios científicos que las corroboran.

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En pocas palabras, mientras la ultraderecha habla de un supuesto adoctrinamiento por ciertos “lobbies de izquierdas o las políticas progresistas”, se dedican a intentar frenar o censurar la información/educación que se da en las aulas a los y las estudiantes frente a problemáticas y temáticas relacionadas con los derechos humanos. Una prueba más de su bajeza moral, pero, también, de su intención hacer retroceder en derechos y libertades no solo en el plano político sino también ideológico y cultural. Además, a través de la censura y la prohibición y eso paradójicamente sí que es adoctrinar.

La realidad educativa en España


Durante la dictadura franquista en España el ámbito de la educación recayó en su totalidad sobre los hombros de la Iglesia católica. Se inició así una oscura etapa de adoctrinamiento donde se imponía por la fuerza y a través de la prohibición de otros contenidos todo el imaginario cultural e ideológico falangista.

La Falange disponía principalmente de tres grandes organizaciones propias que utilizó para el adoctrinamiento de su población y de los más pequeños en particularLa Sección Femenina, el Auxilio Social y el Frente de Juventudes. Además, la educación franquista se podía catalogar como misógina, pues denigraba el papel de la mujer hacia una posición de inferioridad y sumisión frente al hombre, siendo su única función social la reproducción, los cuidados y las tareas del hogar. También se caracterizaba por su ultranacionalismo, donde se prohibieron todas las lenguas del territorio español que no era el castellano y se adoctrinaba a través de una historia patriótico/bélica que hacía alusiones a los Reyes Católico y supuestos tiempos de gloria bajo el Imperio Español. Todo lo descrito se sumaba a un control total del catolicismo por parte del Opus Dei en materia de educación.

Pese a la caída de la dictadura, la relación entre educación y catolicismo franquista ha seguido dando sus frutos. No en vano las estadísticas comparativas de la tipología de la educación española frente a la europea indican como existe un 68% de escolarización pública (muy debajo de la media europea 81%)y un sector concertado y privado ligado al catolicismo muy potente respecto a otros modelosde países europeos.

Además, actualmente el gasto en educación concertada en España desde 2020 ronda los 7.000 millones de euros, destacando comunidades autónomas como Andalucía donde asciende a unos 880 millones de euros. Es de nuevo paradójico observar cómo en un país que supuestamente adoctrina según la ultraderecha desde las escuelas públicas, se percibe un gran desequilibrio en cuanto a medios económicos respecto a otros países si comparamos la educación pública con la concertada y privada, estas dos últimas vinculadas históricamente al franquismo, al catolicismo y a valores conservadores.


Por tanto, en España las posiciones mas conservadoras siguen teniendo una gran influencia de adoctrinamiento real a través de la educación privada/concertada ligada al catolicismo. En las escuelas concertadas el marco ideológico está mucho más marcado que en la enseñanza pública, básicamente porque lapidan el principio de diversidad poniendo barreras económicas e ideológicas en el acceso a ellas. La mayoría de centros concertados y privados no solo imponen asignaturas como religión católica u otros actos relacionados, sino que eligen al personal docente de manera selectiva, priorizando y polarizando así el perfil ideológico de los profesores y profesoras, esto genera una homogeneidad que acaba en un contexto de polarización y sesgo donde las alumnas no tienen alternativas para la comparación y constatación de sus ideas, existiendo un peligro real de adoctrinamiento en valores ultraconservadores.


Conclusiones


Es necesario apuntar en esta reflexión la importancia de la escuela pública como herramienta de igualdad social y como un espacio potenciador de la tolerancia y la convivencia. La escuela, como toda institución, se ve afectada y sometida a los poderes sociales de la sociedad donde se desenvuelve. En España y en muchos otros países del globo han florecido en los últimos años discursos anticientíficosracistas, antifeministas y clasistas provenientes de los partidos de ultraderecha.

Además, los propios partidos ultraderechistas están intentando hacerse con un mayor control e influencia dentro del ámbito educativo, siendo conscientes de lo importante que es la educación en su lucha por la hegemonía cultural.

Asimismo, la ultraderecha juega sus cartas, donde el principio de transposición es la base, relatando una realidad que no es que sea irreal, sino que es justamente contraria. De esta forma, sus acusaciones de adoctrinamiento sobre supuestos lobbies progresistas esconden una intención detrás: la de detener los avances en derechos humanos y en materias como la igualdad de género, el antirracismo, la libertad sexual o la tolerancia religiosa. Unas problemáticas que son estructurales y, además, que están avaladas por las ciencias sociales.

En conclusión, vislumbrado todo lo argumentado en el texto, es posible que no exista mejor opción para combatir los discursos reaccionarios de la extrema derecha que la educación pública apoyada en la defensa de los derechos humanos y la igualdad: charlas, formación, asignaturas… tanto para alumnos y alumnas como para familias y equipo docente. Las ciencias sociales, la ética, el ecologismo, el antirracismo, el feminismo y el método científico, son herramientas fundamentales para detectar y combatir los bulos y los discursos reaccionarios y, sobre todo, para generar una ciudadanía tolerante y comprensiva que pueda afrontar los problemas venideros. Por tanto, dichos espacios de conocimiento deben ser accesibles para todos y todas sin restricciones, con total libertad, para poder caminar hacia una sociedad que deje el verdadero adoctrinamiento al descubierto.

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